27/10/09

Corn Flakes With John Lennon

Bono ha escrito el prólogo de Corn Flakes with John Lennon, un nuevo libro de memorias de Robert Hilburn, el veterano crítico musical del Los Angeles Times. Aquí está el texto escrito por Bono


Prólogo
By Bono

No estoy seguro de que Robert Hilburn exista. Sé que no es humano. Podría ser un ángel o alguna clase de espectro. . . ciertamente es un enigma. Bob no bebe ni fuma, y su tranquila conversación es la antitesis de la ruidosa y caótica música rock que tanto ama. Es el hombre silencioso al otro lado del “muro de sonido”. Suya es la claridad a la que siempre se siente atraído el caos de la creatividad.

Su columna en el Los Angeles Times introdujo el miedo de Dios a los rebeldes del mas bajo común denominador, pero alentó la fe de los iconoclastas salvajes. Altos predicadores del “anuncio” and roll marchitaron mas que desgastaron la tormenta mas tranquila que jamás azotó la ciudad. Sin haber sido nunca piadoso ni elitista, tiene la energía demoníaca/divina del guardián de la llama. Demasiados artistas de los que amó y detalló fueron consumidos por el fuego. Eso reforzó en Bob una reverencia por la fuerza vital en el rock – su vitalidad de decir la verdad más que sus mitologías cursis, dones de culto muerto, o trágicas tendencias de moda.

Este libro documenta su amor por los artistas del country, rock y del pop y los primeros escarceos de Elvis y El Coronel; su amor a las palabras, con escritos sobre Leonard Cohen, Hank Williams, Kris Kristofferson, y Bob Dylan; y su amor a la química establecida que significa ser miembro de una banda, desde los Beatles a U2 a Nirvana. Todo documentado por su graciosa persona y su implacable prosa.

Como escritos, sus palabras tienen un sentido económico y la frugalidad que lo pone en el otro extremo respecto a otros grandes comentaristas y críticos de la época del rock, como Geil Marcus con su tono prosaico y profesional y la poesía de la última época de Lester Bang. Durante tres décadas en el Times, Bob descifró firmemente los gritos y aullidos, los susurros y el miasma del negocio de la música que surgió y cayó durante el periodo en el que se sentó en su despacho.

Al éxito le encanta la sencillez. La sencillez en nuestro negocio, o bueno en cualquier negocio (particularmente en escribir), es tener oído para la melodía del millón. . . la armonía es critica. . . el contrapunto, el ritmo, etc., pero tener oído para la melodía del millón es reconocer el verdadero evento que esta teniendo lugar en un espacio, el verdadero punto que esta siendo fabricado – el “algo inolvidable” como oposición al melodrama de los medios de comunicación. Esto quiere decir que si no tenias tiempo de sumergirte de lleno en el convulso y controvertido mundo de Public Enemy o N.W.A a finales de los 80, podías confiar en los informes de Bob Hilburn desde el frente. Si querías saber como era la vida familiar del Señor y la Señora Cobain, a Bob no le distraería un buen encargado de la casa.

Intelectualmente e intuitivamente riguroso, Bob se deja ir – pero por un sonido, no por una “imagen”. El sonido ha de ser articulado, incluso si no lo son las palabras, lo que podría explicar su temprano apoyo a nuestra no muy humilde combinación desde el norte de Dublín. Siempre iba buscando por cosas que fueran frescas y observó pacientemente lo que Van Morrison describió como “el inarticulado discurso del corazón”. U2 era caótico y errático, pero el parecía ver el “lo que podía ser” en el “lo que era”.

El papel de Bob como crítico era alentar la suspensión de la incredulidad no sólo en la audiencia, sino también en el artista. Este es un medio ambiente en el cual la música crece. Nos hizo mejores.

Muchos críticos les hacen el favor a las bandas de contextualizar su trabajo, y Bob ciertamente hizo eso. Pero siempre hubo ese sentimiento de que demasiada reverencia por el pasado puede cerrar el futuro. Aun con el doble de edad que algunos de sus descubrimientos, fue un divino para los nuevos talentos, vigilante a través de una línea por la que el había pasado antes, pero buscando sorpresas, tanto si era Chuck D o John Lydon, John Prine o Axl Rose. Hizo el presente poroso, debatió sobre lo que iba a suceder. Creo que la mayor patada para Bob fue el estar sentado en Planet Rock y estar viendo romper a “la nueva ola”. Calculó que cada generación tenía una frecuencia resonante y que su trabajo era ser un diapasón. Ni remotamente interesado en modas pasajeras, era la pureza en cada caso lo que estaba escuchando – esto es, ¿duraría? Ese oído otra vez. ¿Valdría la pena el jaleo?, por aquel entonces no la valíamos, pero sus críticas nos hicieron más lectores.

U2 apareció en la portada de la sección de cultura del LA Times en marzo de 1981, y cambió nuestro destino. Desde entonces, nunca hemos tocado un concierto en Los Angeles sin que hayamos llenado. La primera vez que coincidimos, Bob me trajo un helado mientras yo trataba de explicarle que U2 no era un “sabor del mes” sino que U2 era un sabor que perduraría. Cuando llegamos a la cima en el Los Angeles Coliseum, explicaba nuestro atractivo en una sencilla frase: “En un concierto de
los Rolling Stones,” decía, “te sientes bien con quien eres a pesar de donde hayas estado. En un concierto de Bruce Springsteen o de U2, te sientes bien con la persona que tienes al lado

A los tres artistas implicados les encantaría que esta frase fuese verdad


Sus críticas eran hábiles. En una ocasión, ebrio por las posibilidades de éxito de U2 y admitiendo una selección de ambiciones no musicales, me dio un escarmiento con su rápido recordatorio de las muchas canciones de los Beatles o de Cole Porter que me sabía, seguido de la pregunta, ¿Cuántas canciones de las nuestras creía que serían recordadas después de acabar nuestra carrera?

Bob Hilburn es demasiado modesto para hablar mucho sobre si mismo. Sin sufrir por este problema, me acerque todo lo que pude a el para vislumbrarlo forzándolo a responderme algunas de mis preguntas a cambio de que yo respondiese las suyas. Estaba hambriento de saber lo que el sabía y pensé en seres iluminados como Bob Dylan y en personajes como John Lennon, quienes habían sobrevivido al talento inhumano con su humanidad. Hablaría abiertamente sobre sus favoritos, pero tan pronto como le preguntaba sobre su propia esposa, se volvía a su despacho, Cuando le preguntaba repetidamente sobre su familia, rara vez ofrecía algo contrario a pensar que podría no existir. Probablemente me estaba enseñando Modestia. Podia haberla perdido.

Lo que es destacable sobre el libro que tienes en tus manos es que por primera vez se revela a si mismo así como sus temas. . . bueno, un poco. Abriendo el puzzle de sus propios comienzos en la música, cuenta la historia de su tío Will, de su epilepsia y de lo fuerte que se agarró a las grabaciones de Hank Willians. Revela como consiguió que Elvis no le llamase Señor, y como la honestidad de Bruce Springsteen elevaba los parámetros de el y de todo el mundo. Ve la historia de rock a través de las lentes de sus años y se pregunta unas pocas veces si el, y la música, han llegado a la cima. Vuelve una y otra vez a los mismos personajes, esperando que la respuesta sea no en ambos casos.

El es extrañamente, para un hombre que vive en el epicentro de ella, inmune a la fama.

No puede evitar el reírse en una cita de Michael Jackson y Prince.

Con Bob Dylan, atesora los momentos que están desenmascarados, como Bob Dylan hablando sobre el Cristianismo o ir a por un café completamente desapercibido a una parada de camiones en Chicago; y descubrir a John Lennon escondiéndole chocolate a Yoko, a quien John se refería cpntantemente como "Madre".

Quizá Bob Hilburn es un produto de nuestra imaginación, pero el libro existe. Cuando John Lennon en I'm The Walrus canta "sitting on a corn flake, waiting for the van to come" la mayoría de la gente ven a un camello o a un capo. Nadie piensa en Robert Hilburn como conductor de la furgoneta. John no conocía a Bob Hilburn cuando escribió la canción. Después de leer este libro, no pensaras en nadie mas.


Marzo 2009


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